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Cafeína y salud mental

 

Contraindicaciones y consumo seguro

 

 

 

Autor: Telmo de la Rubia González

 

La cafeína es un compuesto químico que se puede encontrar de manera natural en más de 60 plantas, cuyo formato de consumo es bastante diverso. Así, este compuesto puede obtenerse a través de café, té, cacao, bebidas energéticas, refrescos o en comprimidos (MedlinePlus, 2021). Posee un efecto estimulante sobre el Sistema Nervioso Central (SNC), que favorece el incremento del estado de alerta y la disminución de la somnolencia, lo cual le convierte en una sustancia de creciente interés (EFSA, 2015).

 

Resulta complicado establecer una serie de datos de prevalencia acerca del consumo de cafeína debido a la gran variabilidad de formatos en los que se ha descrito que se puede presentar. No obstante, existe consenso en que el café, posiblemente es la sustancia a través de la que generalmente se obtiene la cafeína. De hecho, desde 2007, los estudios epidemiológicos afirmaban que el café era la sustancia que suponía el aporte principal de cafeína en la dieta del adulto en EEUU, Finlandia, Suecia, Dinamarca y Suiza, matizando que en España, en torno al 80% de la población adulta consumía de media unas 2-3 tazas de café diarias por persona, lo que se traduce en 200-300 mg de cafeína (Pardo et al., 2007). Más recientemente, otros autores han descrito que los países que se enmarcan como los grandes consumidores de café son los países europeos, norteamericanos y latinoamericanos, remarcando que alrededor del 70-80% de la población de los países occidentales son consumidores habituales de café (Rufín et al., 2021).

Otra de las fuentes relevantes de cafeína, cuyos riesgos han sido sistemáticamente descritos, son las bebidas energéticas. El último informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones de España (2022), refleja que el consumo de estas bebidas registrado en las últimas encuestas es de casi un 50% en estudiantes de 14 a 18 años los últimos 30 días, mostrando los hombres un consumo superior frente a las mujeres (50,7% y 39%, respectivamente). En edades superiores (de 15 a 64 años), la prevalencia desciende pronunciadamente, hasta un 12,3% concretamente. Mientras, en un rango de edad de 15 a 24 años, el consumo de bebidas energéticas es de un 32,2% en los últimos 30 días. Las diferencias de consumo por género se siguen manteniendo independientemente del rango de edad, siendo los hombres los que mayor prevalencia muestran (Ministerio de Sanidad, 2022).

 

La cafeína se ha clasificado como una sustancia nootrópica, capaz de potenciar el rendimiento físico y cognitivo debido al efecto estimulante sobre el SNC descrito con anterioridad (Sharif et al., 2021). La International Society of SportsNutrition resume varios de estos efectos nootrópicos de la cafeína, entre los que destacan el aumento sistemático del rendimiento deportivo en individuos entrenados y no entrenados, así como de la función cognitiva, fundamentalmente atención y vigilancia. Además, estos autores explican que esta mejora en el rendimiento físico y cognitivo se produce en varios individuos en condiciones de deprivación de sueño, independientemente de la fuente de obtención de la misma (Guest et al., 2021). Desde un punto de vista neuropsicológico, Jee et al. (2020) explican que el consumo de cafeína presenta un efecto protector en casos de Accidentes Cerebrovasculares (ACVs) y enfermedad de Parkinson, y además reduce el riesgo de demencia.

 

Pese a estos beneficios descritos y a que la cafeína en numerosos estudios se enmarque bajo la categoría de “potenciador cognitivo”, se han recogido varios riesgos en relación a su consumo, puesto que, al tratarse de una sustancia que genera tolerancia, la necesidad de ingerir mayores cantidades para obtener estos beneficios que se obtenían el inicio del consumo, puede producir cierta sintomatología psicofisiológica no deseable (MedlinePlus, 2021). Varias investigaciones han mostrado alteraciones en el sistema cardiovascular y neurológico, dificultades para conciliar el sueño, irritación y fatiga (Anglès et al., 2020). En esta línea, y sin ni siquiera hablar en términos de sobredosis, Lunsford-Avery et al. (2022) estudian la afectación del consumo diario de cafeína al sueño medido a través de encefalograma en adolescentes.

Los resultados de su estudio exponen que el consumo total de cafeína está asociado con un incremento en la latencia de la conciliación del sueño y con una reducción del sueño total, la eficiencia del sueño y los movimientos oculares rápidos, siendo la eficiencia del sueño aún peor cuando se incrementa el consumo de cafeína por la tarde (Lunsford-Avery et al., 2022). En términos de dosis altas, Jahrami et al. (2020) describen en su trabajo que los estudiantes universitarios que consumían 400 mg o más de cafeína de manera diaria presentaban el doble de riesgo de presentar la siguiente sintomatología: cefalea, crisis de pánico, sentirse atrapado/a, preocupación excesiva y sentimientos de inutilidad. Además, los autores explican que un alto consumo de cafeína estaba asociado con un efecto ansiogénico en los estudiantes encuestados (Jahrami et al., 2020). También, autores que recogen beneficios en sus estudios en relación con el consumo de cafeína, encuentran efectos adversos, como el incremento de alteraciones en el sueño y de problemas de ansiedad (Jee et al., 2020). Otros estudios han evidenciado que el consumo de cafeína se encuentra asociado con el estrés, la ansiedad y la depresión en niños y niñas de secundaria tanto en dosis elevadas como en dosis más bajas, aunque los efectos eran más significativos en dosis más elevadas (Richards y Smith, 2015).

 

Estos datos ponen en cuestión los efectos nootrópicos y la categorización como “potenciador cognitivo” que inicialmente suele atribuirse a la cafeína. Parece que existen ciertos matices en cuanto la recomendación de su consumo y diferentes variables que van a modular el efecto que esta produce, de modo que en ciertas ocasiones se recomendará su consumo y en otras no. Estas variables que intervienen en el nivel de seguridad y recomendación de su consumo como “potenciador cognitivo” podrían sintetizarse en: nivel de fatiga, nivel de deprivación del sueño, cantidad de cafeína a ingerir, formato a través del que se va a obtener la cafeína, horario de su consumo, sensibilidad fisiológica a sus efectos, comorbilidades que hacen contraproducente su consumo y edad (Guest et al., 2021; Jahrami et al., 2020; MedlinePlus, 2021).

 

Surge entonces la duda de cómo operativizar la recomendación o no recomendación de su consumo si se atiende a las variables descritas. Ciertas autoridades sanitarias ya han tratado de dar respuesta a estas cuestiones y han descrito que:

  • Se recomienda una evitación o limitación de su consumo a los 200 mg diarios (en torno a dos tazas de café) en embarazadas o en madres que se encuentran amamantando un bebé.
  • No se recomienda su consumo o se recomienda una limitación prescrita por el médico en personas con problemas del sueño, ansiedad, migrañas, arritmias, reflujo gastroesofágico, presión arterial alta o si se encuentra consumiendo algún tipo de medicamento (p.ej: antibióticos, medicamentos para el asma o para el corazón) o suplemento estimulante.
  • Se recomienda una limitación de su consumo a 3 mg/kg de peso corporal en niños y adolescentes.
  • No se recomienda superar los 400 mg de cafeína diarios.
  • Evidentemente, no se recomienda el consumo de cafeína en formato de refresco o bebida energética en cualquier tipo de población, por la combinación con otros estimulantes, así como por el elevado contenido de cafeína.
  • Se recomienda evitar el consumo en horario vespertino.

(EFSA, 2015; MedlinePlus, 2021)

 

Se ha expuesto cómo el consumo de cafeína presenta una larga lista de matices que, de no ser atendido, puede conllevar consecuencias psicofisiológicas no deseables a corto, medio y largo plazo. El porcentaje de la población occidental que consume esta sustancia es significativamente elevado, y por ello, con el objetivo de promover la salud mental y física, se recomienda seguir las indicaciones descritas, tomando en consideración las contraindicaciones que pueden ocurrir en relación con este consumo.

 

Bibliografía

Anglès, A., Condom, L., Coppin, O., & Abejar, J. (2021). Prevalencia y factores asociados al consumo de bebidas energéticas en jóvenes de la provincia de Barcelona. Gaceta Sanitaria, 35(2), 153-160. https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2019.08.013

EFSA. (2015). Cafeína. https://www.efsa.europa.eu/es/topics/topic/caffeine

Guest, N. S., VanDusseldorp, T. A., Nelson, M. T., Grgic, J., Schoenfeld, B. J., Jenkins, N. D. M., Arent, S. M., Antonio, J., Stout, J. R., Trexler, E. T., Smith-Ryan, A. E., Goldstein, E. R., Kalman, D. S., & Campbell, B. I. (2021). International society of sports nutrition position stand: caffeine and exercise performance. Journal of the International Society of Sports Nutrition, 18(1), 1-37. https://doi.org/10.1186/s12970-020-00383-4

Jahrami, H., Al-Mutarid, M., Penson, P. E., Al-IslamFaris, M., Saif, Z., &Hammad, L. (2020). Intake of Caffeine and Its Association with Physical and Mental Health Status among University Students in Bahrain. Foods, 9(4), 1-12. https://doi.org/10.3390/foods9040473

Jee, H. J., Lee, S. G., Bormate, K. J., & Jung, Y. S. (2020). Effect of Caffeine Consumption on the Risk for Neurological and Psychiatric Disorders: Sex Differences in Human. Nutrients, 12(10), 1-19. https://doi.org/10.3390/nu12103080

Lunsford-Avery, J. R., Kollins, S. H., Kansagra, S., Wang, K. W., & Engelhard, M. M. (2022). Impact of daily caffeine intake and timing on electroencephalogram-measured sleep in adolescents. Journal of Clinical Sleep Medicine, 18(3), 877-884. https://doi.org/10.5664/jcsm.9736

MedlinePlus. (2021, Agosto). Cafeína. https://medlineplus.gov/spanish/caffeine.html

Ministerio de Sanidad. (2022). Bebidas energéticas.https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/sistemasInformacion/sistemaInformacion/pdf/20220330_OEDA_Bebidas_energeticas_marzo2022..pdf

Pardo, R., Alvarez, Y., Barral, D., & Farré, M. (2007). Cafeína: un nutriente, un fármaco, o una droga de abuso. Adicciones, 19(3), 225-238.

Richards, G., & Smith, A. (2015). Caffeine consumption and self-assessed stress, anxiety, and depression in secondary school children. Journal of Psychopharmacology, 29(12), 1236-1247. https://doi.org/10.1177/0269881115612404

Rufin, L.A., Martínez, A., Méndez, J. & Vega, M.N. (2021). El consumo de café: su asociación con el riesgo de padecer cáncer. Revista Médica Electrónica, 43(6), 1649-1659.

Sharif, S., Guirguis, A., Fergus, S., &Schifano, F. (2021). The Use and Impact of Cognitive Enhancers among University Students: A Systematic Review. BrainSciences, 11(3), 1-44. https://doi.org/10.3390/brainsci11030355