¿Por qué se mantienen las relaciones de maltrato?
Por Clara Valverde Fernández-Montes
Los asesinatos por violencia de género en España ascienden a 46 entre 2021 y hasta enero de 2022. Esta problemática con frecuencia nos hace preguntarnos ¿por qué a pesar de ser víctimas reiteradamente de este tipo de violencia, siguen manteniendo su relación de pareja sin generar ningún cambio?
La literatura propone como principal explicación por la que se mantienen las relaciones de maltrato el fenómeno llamado “Ciclo de la Violencia” estudiado por Leonore Walker. Dicho ciclo constaría de tres fases que explicaremos posteriormente (acumulación de tensión, episodio de agresión y la luna de miel o reconciliación).
Antes de explicar las fases del ciclo, es necesario hablar de los diferentes tipos de violencia que se pueden encontrar en una relación de maltrato. Identificar y reconocer los tipos de violencia puede ayudar a las víctimas a salir de esa relación a tiempo. La invisibilidad de la violencia no física entorpece la ruptura o salida de la relación de maltrato. Es decir, implica que las víctimas no sean conscientes de que se encuentran en una situación de maltrato hasta bien adentradas en el ciclo de la violencia.
Por ello, es necesario resaltar que las relaciones de maltrato no se reducen únicamente a la violencia física, e incluso que estas pueden darse sin que las agresiones físicas aparezcan. Dado que una gran cantidad de personas siguen asociando el maltrato únicamente al uso de la violencia física, se va a hacer un breve repaso de diferentes violencias que se ejercen durante el ciclo de la violencia.
- Violencia Física, que se caracteriza por el uso de comportamientos o conductas agresivas repetitivas, con el objetivo de causar dolor a la víctima, “manifestada a través de puños, golpes, patadas, amagos de estrangulamiento, entre otros.
- Violencia Psicológica, definida por Echeburúa y Corral (2002), como una desvalorización reiterada, por medio de humillaciones, críticas y amenazas, con las que el agresor atenta contra la víctima e incluso hacia sí mismo. En ocasiones se presentan “comportamientos restrictivos que dificultan la interacción de la víctima con amistades o el uso del dinero para cubrir sus necesidades básicas. La violencia psicológica es considerada sutil y más difícil de percibir, detectar, valorar y demostrar. Se desvaloriza, se ignora y se atemoriza a una persona a través de actitudes o palabras. Se puede identificar, en cuanto se implementan acciones como rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, etc.
- Violencia Verbal (Labrador, 2004) que hace referencia a las actitudes hostiles del agresor por medio del lenguaje verbal, utilizando el uso de reproches, insultos, amenazas.
- Violencia Económica (Torres, 2004) se identifica por las acciones mediante las cuales se usa a la otra persona a fin de conseguir algún recurso físico y/o material en beneficio de otros, así mismo se usa coartando el desarrollo personal.
- Violencia Sexual que se concibe en aquellas acciones en que la persona es obligada, inducida o presionada a realizar o presenciar algún tipo de práctica sexual no deseada. Se puede dar con o sin penetración.
Ciclo de la Violencia
El ciclo de la violencia consigue explicar de forma sencilla un fenómeno muy complejo, por ello, también tiende a reducir o generalizar algunos sucesos. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta que no en todas las relaciones de maltrato se siguen estas fases ni en todos los casos es igual, pero sí en una gran mayoría de los casos.
Como comentamos anteriormente, se compone de tres fases. Al tratarse de un ciclo, el inicio de cada fase presupone la finalización del anterior y así mismo al finalizar el ciclo, este inicia de nuevo.
- Acumulación de tensión, sería la primera fase. Durante esta fase aparecen principalmente la violencia psicológica, verbal y económica. El victimario se encarga de generar incertidumbre en la víctima sobre la ruptura de su relación afectiva, suele amenazar con echar, abandonar, dejar o marcharse. No obstante, esta violencia es muy sutil, y el agresor se encarga de mostrar la hostilidad y la agresividad de forma no extrema. En el caso de la víctima, esta suele tratar de calmar al agresor complaciéndole para evitar que estalle. En ocasiones, la víctima consigue calmar al agresor, lo que provoca que se refuerce su creencia de que puede mantener la situación bajo control y a su vez, la esperanza de cambio.
- Explosión violenta, sería la fase que comienza tras los episodios de acumulación de tensión. En esta fase, las expresiones violentas dejan de ser sutiles y aparece la violencia física y verbal. En esta fase la mujer deja de intentar calmar al agresor y procura alejarse de la situación. Sin embargo, este distanciamiento despierta las alarmas en el agresor que comienza a ser más opresivo al verla alejarse de su control. Suele ser a raíz de estas explosiones cuando la mujer pide ayuda o aparece la policía.
- Luna de miel, sería la tercera fase, aparece una vez que las tensiones se han relajado y el agresor se ha desahogado con la víctima. En esta fase lo que ocurre es que el agresor muestra arrepentimiento por lo sucedido y refuerza a su víctima con regalos o disculpas para mantenerla junto a él y evitar que actúe, de manera que evita las denuncias y el abandono de la relación. Esta fase es especialmente reforzante para la mujer por el contraste con la anterior.
En definitiva, se trata de una conducta ambivalente que combina refuerzos y castigos, y dificulta a la mujer detectar la situación y actuar. Si el hombre se muestra unas veces hostil y otras benevolente, la mujer tiende a pensar que su propia conducta precipita el maltrato, por lo que se atribuye la responsabilidad de lo ocurrido.
La frecuencia y peligrosidad de dicho ciclo aumenta con las reincidencias. De cada recaída, él aprende que la violencia resulta un mecanismo útil de control y dominio sobre ella, quien cada vez se siente más dependiente e incapaz de predecir los golpes; se anula y se centra en él, volviéndose más sumisa y dependiente en un intento de evitar la agresión. En estos casos aparece la denominada “Indefensión aprendida”, donde la víctima al sentir que no tiene control sobre la situación que está viviendo se queda paralizada, creyendo que no hay nada que pueda hacer para salir de ahí.
Además, otro factor de riesgo para las víctimas es la sensación de sentirse “atrapadas” en la relación de maltrato. Por ello, su criterio para decidir si seguir en la relación o no se basa en la inversión que han hecho en ella (tiempo invertido, dinero, dependencia emocional que sienten, expectativas de futuro irreales, hijos, etc.). Es decir, al tomar la decisión se ven sesgadas por las inversiones que han hecho en la relación, dejando a un lado los problemas que ésta conlleva.
Otras razones que agrandan los obstáculos para separase de la pareja son la dependencia emocional y económica respecto del agresor, la falta de recursos, el miedo a romper la familia y de afrontar en solitario la atención de los hijos, las propias vivencias familiares, etc.
No obstante, salir de la relación de maltrato es posible. Dentro del círculo de violencia existe una fase denominada como “rompimiento del ciclo”. Esto ocurre cuando la víctima cambia las creencias y expectativas de que el agresor vaya a cambiar, es decir, cuando la víctima toma conciencia de que la relación puede permanecer así toda su vida y que las promesas del agresor no se cumplirán nunca. Como consecuencia de este cambio de creencias se podrá romper el círculo y romper con la relación de maltrato.
Una vez se ha conseguido salir de la relación de maltrato sigue existiendo un largo camino hasta la “recuperación”, pues suelen aparecer síntomas como depresión, ansiedad, baja autoestima e inadaptación en diferentes áreas de la vida. Existen también otros síntomas temporales como estrategia de afrontamiento ante una situación insostenible (abuso de alcohol y fármacos). Todo ello puede provocar en las mujeres maltratadas el desarrollo de cierto tipo de comportamientos que pueden resultar problemáticos fuera de la situación de maltrato, aunque dentro de ella cumpliesen una función adaptativa (sobrevivir).
BIBLIOGRAFÍA
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