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Mindfulness: ¿Qué es?

 

 

Carlos Bagur Taltavull

 

Al hablar de mindfulness, o atención plena en español, se hace referencia a un estado o rasgo mental que se concreta en la capacidad de estar atento a lo que sucede en el presente, con aceptación radical y apertura (Cebolla i Martí, 2018). Aquí aceptación no se identifica con resignación, sino más bien a una actitud de apertura al desarrollo de la experiencia fenomenológica presente e inmediata, sin categorizarla como positiva o negativa.

Desde el punto de vista psicológico, el mindfulness tiene su interés en el hecho de que involucra dos componentes: la autorregulación de la atención y una orientación abierta a la experiencia. Esta “orientación abierta a la experiencia” es una aceptación radical que implica reconocer y acoger la experiencia, tanto de eventos internos como externos, despojada de nuestros filtros cognitivos, afectivos o culturales. Todos estos filtros son moldeados por las vivencias personales de cada uno, y si bien es cierto que en sí favorecen la adaptación, es cierto también que pueden llegar a bloquear una sana apertura a la experiencia de una realidad siempre más grande. Otro componente de interés por sus implicaciones en procesos psicológicos superiores es la metacognición que, relacionado con la ya mencionada autorregulación, hace referencia a esa capacidad de volver la cognición sobre sí misma, observándose y distanciándose de sus propios procesos y pensamientos.

El mindfulness, está estrechamente asociado a la práctica de la meditación, la cual se entiende de modo amplio como un conjunto de técnicas destinadas a implementar o entrenar este estado o actitud mental al que apunta la atención plena. A pesar del aura de misticismo que tantas veces rodea este concepto, es preciso señalar que este estado mental al que se hace referencia refleja una capacidad innata del ser humano, es la capacidad de estar conscientemente presente en el “aquí y el ahora”. Aunque innata es irónicamente “olvidada” muchas veces, no siendo extraño que en ocasiones se deba de “reaprender”.

 

 

ALGUNOS MITOS ASOCIADOS

 

Existen algunos mitos asociados al concepto de atención plena. Los tres más extendidos son los siguientes:

  1. Un mito muy extendido es el de que el mindfulness es un estado de relajación. Pues bien, el mindfulness no es en sí relajación, aunque naturalmente uno de sus efectos puede ser la relajación.

     

  2. Otro mito es el de pensar que este estado mental se identifica con dejar la “mente en blanco”. Nada más lejos de la realidad, la mente no se puede dejar en blanco. Más bien el mindfulness está relacionado con la defusión cognitiva, que es un distanciamiento de los propios pensamientos, desenganchándose de ellos, poniéndolos en perspectiva y en su justo lugar: son pensamientos, no realidad. Esto puede dar lugar a la consecuente ralentización del flujo de éstos y también a reducir la carga emocional vinculada a ellos.

     

  3. Tampoco es un estado de trance, disociación o desconexión con la realidad, pues justamente su objeto último es ser conscientes de la realidad presente.

 

 

MINDFULLNES Y TERAPIA

 

El pionero en aplicar los principios de la atención plena en el contexto clínico fue un médico; Jon Kabbat Zinn. Este médico -el mismo en acuñar el término mindfulness- intuyó el potencial que este estado mental puede llegar a tener en aspectos tanto físicos como psicológicos.

Se ha comentado que el mindfulness se asocia a la práctica de la meditación. La meditación no debe ser considerada como un tratamiento psicológico en sí, al igual que tampoco debe serlo la relajación, el realizar actividades de ocio, o el disfrutar de un paseo. Naturalmente que todas ellas pueden contribuir a que una persona se encuentre mejor, tenga una mayor calidad de vida, etc., aunque no necesariamente a que resuelva un problema clínico o de salud, para el que requiere atención psicológica.

En terapia, la puesta en práctica de los principios del mindfulness va más bien dirigida a trabajar habilidades que modifican respuestas emocionales y afectivas, respuestas que subyacen a muchos trastornos psicológicos. Por esto se ha planteado mindfulness como una intervención transdiagnóstico (Baer, 2006). Es decir, trabajaría procesos psicopatológicos que subyacen a muchas categorías diagnósticas y se aplicaría solo en el caso de que su uso quede justificado, adecuándose en todo momento a los objetivos clínicos del caso concreto.

 

 

Los mecanismos de acción por los que el mindfulness influye positivamente en procesos psicoterapéuticos y que parecen contar con mayor apoyo empírico son (Villalobos, 2017):

 

Exposición

La exposición es uno de los procedimientos de intervención más útiles dentro de las terapias de conducta. Ésta ayuda a romper con la evitación experiencial, una conducta transversal a muchas patologías que se traduce en una tendencia a escapar o evitar el malestar y teniendo como efecto el mantenimiento de éste.

 

Relajación

Ya se ha comentado que el mindfulness no es relajación (puede, de hecho, dar lugar a reacciones de agitación paradójica), pero puede conducir a relajar tanto la mente como el cuerpo facilitando un contexto óptimo para la consolidación de nuevos aprendizajes.

 

Mecanismos metacognitivos

La conciencia metacognitiva es un componente clave de los acercamientos terapéuticos que utilizan mindfulness. La metacognición implica la focalización de la atención sobre la corriente de eventos mentales distanciándose de estos. Estos procesos metacognitivos se derivan de la regulación de la atención, componente esencial ya mencionado. Uno de los principales factores que causa y mantiene el sufrimiento en los trastornos emocionales es la relación que la persona tiene con su propia experiencia interna, en la que hay una identificación experiencial con sensaciones, emociones y pensamientos. La conciencia metacognitiva ayuda cortando ese proceso de identificación o defusión cognitiva. De este modo, no se cambian los contenidos de la mente, sino la relación con ellos. De forma que los pensamientos son observados como eventos internos que no reflejan la realidad, y con un carácter transitorio. Esta actitud cognitiva supone una toma de perspectiva, bloqueando los patrones rumiativos propios de muchos trastornos.

 

Aceptación

Muy ligada al concepto de exposición, la aceptación posibilita la apertura para contemplar las sensaciones, pensamientos, emociones como lo que son, sin intentar controlarlos o cambiarlos, facilitando así el reprocesamiento emocional de los contenidos aversivos. 

 

Autorregulación emocional

Una de las características más relevantes de muchos trastornos psicopatológicos son los intentos infructuosos para regular las emociones. El mindfulness puede desactivar las respuestas emocionales intensas a través de la modulación del sistema límbico vía inhibición cortical. Cabría mencionar además algunos aspectos psicofisiológicos interesantes:

  1. Muchas formas de pensamiento disfuncional como la preocupación, la ansiedad anticipatoria o la rumiación están asociados con un incremento de la activación simpática. Si la atención plena se asocia a niveles bajos de activación simpática y al aumento de la actividad parasimpática, se esperan correlaciones con niveles bajos de síntomas tanto somáticos como psicológicos.

     

  2. Parece que el entrenamiento en mindfulness produce una activación parasimpática mayor que la relajación progresiva. Además, tiene un efecto inductor de relajación psicofisiológica, caracterizada por un estado aminorado de alerta, baja reactividad a estímulos internos y externos.

     

  3. La atención plena también se relaciona a cambios funcionales e incluso estructurales en zonas asociadas a la regulación emocional, tal es el caso del cortex prefrontal ventromedial.

Es importante apuntar que, aunque el mindfulness en sí no se puede entender como una intervención específica para un tratamiento, sí hay terapias que integran principios de mindfulness como parte esencial del tratamiento. Éste es el caso de la Terapia Cognitiva basada en Mindfulness (MBCT), un programa de psicología de tercera generación desarrollado por Zindel Segal, Mark Williams y John Teasdale. En él se combinan principios de mindfulness con terapia de conducta. Otro ejemplo de terapia que va en esta misma línea es la Terapia metacognitiva de Wells, que no trata de cambiar directamente el contenido de los pensamientos, sino que trata de modificar la relación con estos desde una perspectiva metacognitiva.

Como conclusión, dejando a un lado la aplicación en el ámbito clínico, cabe decir que el mindfulness es un estado natural que todos deberíamos recuperar. En definitiva, es bueno distanciarse de vez en cuando de nuestros esquemas y pensamientos para permitir un diálogo profundo y fluido con la experiencia inmediata.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

Cebolla i Martí, A. (2018). Mindfullness y ciencia. Alianza editorial.

Comeche Parejo, M.I. (2017). Lecciones de terapia de conducta. Dykinson.

Baer, R. A. (Ed.). (2006). Mindfulness-based treatment approaches: Clinician’s guide to evidence base and application. San Diego: Elsevier.

Villalobos Crespo, A. (2017). Manual de técnicas y terapias cognitivo conductuales. Desclée de Brouwer.