Mecanismos de protección psicológica
Conductas evitativas, mecanismos de defensa y resistencias
Alicia Sancho Romero – Madrid 17 de Marzo de 2022
Durante su desarrollo vital, el ser humano ha de enfrentarse a numerosas dificultades con una gran probabilidad de derivar en conflictos y duelos emocionales. Forma parte de la evolución personal que se afronten y se resuelvan estas adversidades. Los modos en los que se solucionan o se relajan estos eventos conflictivos provocadores de malestar y dolor emocional son la clave para las vivencias conscientes de aprendizaje y desarrollo personal o la perpetua incomodidad psíquica de su no resolución, evasión o evitación. Por ello, en este artículo hablaremos de algunos mecanismos de defensa y resistencias que utiliza nuestra mente como estrategias primigenias de “regulación emocional” que, extendidas en el tiempo y estandarizadas como patrón de defensa evitativa (“conductas evitativas”), se pueden transformar en motivos normalizados de “alejamiento emocional”.
¿Por qué, cómo y cuándo utilizamos estos mecanismos de protección?
Cuando sucede la situación amenazante (ya sea física o psicológica), nuestro organismo entra en un estado de alerta cuya función es activar nuestro “sistema de protección interno”. Si contemplamos el comportamiento animal genérico, sabemos que este estado de alerta puede reaccionar llevando a cabo comportamientos de lucha, huida o parálisis, quedando así restringida la defensa a la actuación conductual inmediata (en concreto, cuando la amenaza es física e inminente). El miedo es el principal motor de estas tres acciones, y por ende, la emoción funcional que activa dichos mecanismos de defensa. Cuando sentimos miedo, se ponen en marcha procesos cognitivos, emocionales, bioquímicos y conductuales encargados de dar una respuesta adaptativa.
En el caso de nuestra especie, debido a nuestras diferencias cognitivas con respecto a otras, esta respuesta provocada por el miedo o inseguridad puede dar lugar a rutas mentales complejas y elaboradas que dan cuenta de la existencia de un poderoso “sistema de protección psicológico”. El buen funcionamiento de este sistema es el que tantas veces nos facilita la evitación de ciertos procesos y contenidos mentales provocadores de malestar, miedo u otras emociones desagradables, desembocando en dichas conductas evitativas.
Este sistema está basado en una serie de aprendizajes individuales que se han ido desarrollando a lo largo de nuestra historia gracias a la observación e integración del funcionamiento psicológico de nuestras figuras de apego. La adquisición de estos patrones conductuales es la construcción en sí misma de este sistema que nos facilitará la evitación o evasión del contenido provocador del dolor y del dolor en sí. Por lo general, son mecanismos inconscientes, que difícilmente acceden a la consciencia, ya que, se hayan totalmente naturalizados y viciados como formas de actuación ante las amenazas. Este sistema de protección es individual y funciona distintivamente en cada un@ de nosotr@s, debido a que su aprendizaje ocurre en la interacción entre la persona y su contexto (circunstancias originales y difícilmente duplicables de forma natural). De esta forma, desarrollamos y completamos nuestras vías de protección psicológica mediante esos mecanismos de defensa y resistencias que nuestro cerebro encuentra útiles sin siquiera darnos cuenta. Por ejemplo, si observamos en nuestras figuras de apego conductas de negación cada vez que surge una situación conflictiva, con gran probabilidad adoptaremos la negación como mecanismo habitual.
Gracias al estudio psicológico de estos patrones cognitivos se han podido identificar algunos mecanismos más específicos como los que se describirán posteriormente.
Mecanismos de defensa
“Mecanismo de defensa” es un concepto con origen en el psicoanálisis freudiano también utilizado en otros modelos psicológicos. Es el nombre dado a las manifestaciones cognitivas y emocionales con función de protección hacia nuestro ego; procesos mentales encargados de evitar que nuestra consciencia acceda a los sentimientos dolorosos o al contenido que los provoca. El concepto fue evolucionando hasta hacer referencia de forma directa a una función del “Yo” encargada de protegerse a sí mismo de las demandas instintivas que conviven con él a través del rechazo de sentimientos de culpa y ansiedad, es decir, de las versiones de sufrimiento psíquico. En función del grado de organización del ego, nuestros mecanismos de defensa pueden ser más o menos conscientes y racionales.
No quiere decir que sean formas saludables de afrontamiento emocional, sino que son estrategias cognitivo-emocional es con el objetivo único de distanciarnos del malestar interno. Por ello, no se trata de un afrontamiento real de la amenaza percibida sino de un afrontamiento ficticio como paliativo psíquico utilizado para disminuir, calmar o distraer de la consciencia dicha amenaza. Hablamos de amenazas físicas y, sobre todo psicológicas, como situaciones que suscitan sentimientos de inseguridad y por tanto, altos niveles de estrés.
Los mecanismos de defensa pueden resultar ineficaces y no lograr su objetivo inicial, provocando en muchas ocasiones estados de “bucle” y ciclos repetitivos que no llevan a la resolución de la amenaza psicológica. Incluso cuando el mecanismo resulta “exitoso” para encubrir el conflicto interno, existe un destacado inconveniente: esa desviación de la atención como evitación de los pensamientos/sentimientos negativos y situaciones amenazantes no hace que se resuelvan, sino que permanezcan latentes.
En este fenómeno, al que nos podríamos llegar a referir como “sobreprotección” mental, revelamos un arma de doble filo que nos puede conducir al distanciamiento emocional y la acumulación excesiva de conflictos no resueltos, junto con las secuelas psicológicas que esto podría acarrear. No cabe duda de que, en la otra cara de la moneda, está la posibilidad de que las conductas evitativas y mecanismos de defensa nos ofrezcan una sensación momentánea de autoestima y seguridad.
Tipos de mecanismos de defensa
En general, los mecanismos de defensa más comunes se activan a través del miedo y suelen expresarse mediante conductas evitativas. Estas conductas son claramente individuales y tienen un amplio rango de formas de expresión, ya sea a nivel cognitivo, emocional o conductual, y en función del perfil psicológico/ tendencias personales de cada individuo.
A modo de ejemplificación, vamos a describir brevemente algunos mecanismos específicos:
–Compensación: tratamos de equilibrar nuestras cualidades y deficiencias silenciando el sentimiento de inseguridad mientras exageramos un rasgo deseable. Ejemplo: una persona que se le dan mal las matemáticas y se consuela por ser muy atractiva.
–Desplazamiento: se trata de un intercambio en el que se desplaza la representación de algo o alguien a otra persona u objeto, como forma de redirigir la carga emocional. Ejemplo: una persona enfadada con su jefe que le pega una patada a la mesa.
–Expiación: el individuo debe pagar por sus errores en el momento que los comete, aferrándose a la creencia de que así el error será inmediatamente anulado.
–Fantasía: creación de una situación idónea y poco realista que es capaz de eliminar el malestar de forma momentánea, ya que en esta realidad creada, el deseo se satisface y con ello la ansiedad disminuye.
–Formación reactiva: adopción de un carácter contrario al que se tiene y no se puede aceptar. Exageración completamente opuesta. Ejemplo: alguien que ha sido infiel y se comporta extremadamente cariñoso con su pareja.
–Aislamiento: un pensamiento o conducta se desconecta de las demás. Busca la ruptura con otros pensamientos con la intención de defenderse de otro relacionado con el mismo. Ejemplo: rituales obsesivos.
–Negación: negar el conflicto, dolor u otros sentimientos negativos.
–Proyección: desplazamiento del impulso interno hacia el exterior. Expulsión hacia fuera del contenido con el que no queremos contactar de forma inconsciente. Ejemplo: una persona enfadada que percibe mala intención y enfado por parte de los demás.
–Regresión: proceso de volver a una etapa anterior del desarrollo en la que el malestar era menor.
–Introyección: internalización de la realidad externa amenazante dentro de uno mismo como forma de control. A través de la identificación introyectiva, asociamos cosas externas a nuestro yo, incorporando rasgos de personalidad de otra persona a nosotros mismos.
–Represión: rechazo de recuerdos, ideas o pensamientos dolorosos almacenándolos en el inconsciente.
–Confluencia: no percepción de los límites propios, del entorno ni de los demás como forma de fusión con el objetivo de adaptarse y ser aceptado. “Mimetización” con el ambiente.
–Sublimación: derivación de los instintos “inaceptables” hacia un fin mejor aceptado socialmente.
–Racionalización: forma de negación en la que se dan argumentos que encubren o justifican los fallos o contrariedades. Ejemplo: una persona que se auto-convence de que “en el fondo” no deseaba aquello que no ha conseguido.
–Desensibilización: experiencia plana con el entorno, contacto vital reducido con uno mismo y con los demás. Relacionada con procesos disociativos.
Existen mecanismos de defensa menos complejos para evitar y descargar tensión. Por ejemplo: la risa (en momentos donde no está contextualizada), el uso de la ironía o sarcasmo (en momentos de tensión), infravaloración de cuestiones importantes, expresiones emocionales muy exaltadas, tratar de estar constantemente ocupado o distraído, tiempo de sueño excesivo, y un largo etcétera.
Resistencias
“Resistencia” es el término dado por la Gestalt para referirse al mecanismo que se activa cuando entramos en el límite de contacto con aquello que tenemos almacenado como peligroso para nuestra psique. Tras esta activación, la respuesta de resistencia evitará el contacto con dicho contenido que ha de permanecer intocable.
Desde la Gestalt, el objetivo principal y general de las resistencias es la evitación del contacto con el momento presente, y para ello cumple con dos tareas complementarias: evitación del contacto con la experiencia fisiológica (ansiedad, miedo, dolor, etc) y evitación del contacto total con la experiencia del entorno.
Estos medios de protección, los mecanismos de defensa desde el psicoanálisis y las resistencias desde la Gestalt, fueron formados y aprendidos en el pasado del individuo, funcionales para hacer frente a unas determinadas condiciones en las que actuaban como medios adaptativos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, su mantenimiento en el momento presente carece de contextualización y sentido práctico. Esta disfuncionalidad los conduce, en muchos casos, a su conversión en fenómenos desadaptativos que frenan el desarrollo personal y psicológico del individuo. La prolongación en el tiempo y uso excesivo de patrones conductuales evitativos estancos impide a la persona tomar consciencia de otras estrategias de afrontamiento más satisfactorias, adecuadas y resolutivas. Cuando el individuo se protege no enfrenta la amenaza (psicológica o física) sino que se intenta alejar de ella a modo de huida psicológica (como análogo de la huida física).
Miedo a la soledad
Cuando hablamos de mecanismos de evitación no podemos obviar nuestra gran baza para evitar la conexión con nosotros mismos. Potenciado por las redes sociales y las nuevas tecnologías que nos permiten estar “conectados” al mundo en cualquier momento y lugar, la huida de la soledad es un remedio común de uso constante y automatizado que nos abre las puertas de la evasión y evitación de uno mismo de manera sencilla. En muchas ocasiones, tener que estar a solas con nuestros pensamientos y emociones nos produce pavor y simplemente tratamos de sumergirnos en la búsqueda de establecer cualquier tipo de contacto social, ya sea virtual o no, para estar “entretenidos”. Este mecanismo es frecuente y está fuertemente normalizado en nuestra sociedad debido en gran parte, a la escasa educación emocional recibida y otros motivos socio-culturales. Debemos preguntarnos el “por qué” de estas elusiones persistentes que impiden mirar hacia dentro y cómo podemos mejorar esa relación propia para fortalecer nuestra salud y autonomía; que la relación con una misma se convierta en el eje de nuestro bienestar personal.
Trabajar nuestras resistencias
Cabe aclarar que, no se trata de entender las resistencias como algo negativo a eliminar de forma radical. Las resistencias, mecanismos de protección evitativos y búsqueda de vínculos sociales son procesos normales, naturales y en cierto modo, necesarios para nuestra salud psicológica. El objetivo es encontrar el equilibrio entre el uso de los mecanismos de protección evitativos/evasivos (como forma de regulación emocional pasiva) y, el afrontamiento consciente de la realidad (como forma de regulación emocional activa), a través de la identificación de resistencias y la activación de recursos personales orientados a la resolución del problema y/o experiencia emocional.
Bibliografía
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