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Efectos de la exposición temprana a dispositivos electrónicos

 

 

 

Telmo de la Rubia González

 

El cambio es una constante presente en la naturaleza humana y se refleja claramente en los avances sociales recientes, donde destaca de un modo evidente el nivel de modernización de la sociedad producido por la revolución tecnológica. Desde la propia literatura científica, se habla de “la sociedad impulsada por la tecnología” (Paulich et al., 2021), y se hace hincapié en los beneficios que trae esta revolución tecnológica, así como los perjuicios que progresivamente se comienzan a detectar, cuyo estudio comienza a ser cada vez más relevante. Así, aunque el foco principal habitualmente ha podido ser el impacto de las tecnologías en la vida adulta, es de creciente interés el estudio de la afectación de los recientes cambios sociales vinculados al auge de la tecnología sobre el desarrollo de los más jóvenes y su salud mental (Derevensky et al., 2019).

 

Existe consenso en que el incremento en el uso de dispositivos electrónicos en edades tempranas es cada vez mayor y que la edad a la que comienza este uso es significativamente menor que hace varios años (Domingues-Montanari, 2017; Hood et al., 2021; Kim et al., 2020; Oswald et al., 2021). De hecho, Paulich et al. (2021) explican que el 95% de los jóvenes de Estados Unidos tiene acceso a un smartphone y Kim et al. (2020) remarcan que, en 2006, el 90% de los niños menores de 24 meses habían sido expuestos a pantallas digitales, mientras que, en Corea, después de los 24 meses, el 31,3% utilizaba smartphones. Estos datos, han suscitado el estudio de los efectos que esta exposición tan temprana podría tener en los más jóvenes, puesto que, pese a que los beneficios de las tecnologías son múltiples, también se han descrito problemas relevantes.

 

Las complicaciones de la exposición temprana a los dispositivos electrónicos son numerosas, y abarcan varias áreas, entre las que la psicológica cobra un papel fundamental. Li et al. (2021) encuentran, en una muestra de 2026 niños de en torno a 6 años de edad, que los tiempos elevados de exposición a medios digitales o televisión se encontraban asociados con mayores niveles de problemas de conducta e hiperactividad o inatención. Sin embargo, en los niños de en torno a 11 años de edad, estos niveles altos de exposición a tecnologías se asociaban con niveles altos de ansiedad, depresión e inatención. Además, añaden que, dedicar un elevado tiempo a los videojuegos, se asociaba con niveles altos de depresión, irritabilidad, inatención e hiperactividad.
En esta línea, Choi et al. (2021) observan que en niños de 7 a 10 años, aquellos que pasaban más tiempo expuestos a pantallas mostraban un alto riesgo de problemas emocionales y conductuales. Añadido a esto, Paulich et al. (2021) describen que una mayor exposición a pantallas se asociaba moderadamente con peor salud mental, mayor número de problemas conductuales, rendimiento académico reducido y sueño pobre en niños de 9 a 10 años. Finalmente, se ha enfatizado en la fuerte correlación presente entre el uso de pantallas y la peor calidad de sueño, evidenciando que, a mayor exposición a pantallas, mayor dificultad en la conciliación del sueño, así como peor calidad del mismo (Khan et al., 2023; Kim et al., 2020).

 

Por otro lado, más allá de los claros beneficios que ofrece la tecnología, como la simplificación de las tareas y la facilitación del mantenimiento del contacto interpersonal, entre otros, Vogel (2019) matiza que el tiempo en sí no es la variable esencial, sino más bien la calidad el contenido presente en ese tiempo de exposición. Esta autora explica que, involucrar a los jóvenes en actividades a través de pantallas que resulten educativas, sociales y activas puede traducirse en mejoras psicosociales y cognitivas bajo un tiempo de exposición de 2 a 4 horas diarias, mientras que una exposición excesiva o una ausencia total de exposición podría desencadenar varios de los efectos negativos que se han expuesto con anterioridad. Domingues-Montanari (2017) es más clara respecto a esta cuestión, y describe que la dirección de la relación entre el desarrollo cognitivo en los jóvenes y el uso de estos medios es altamente dependiente del contenido presente en los mismos.
Esta autora recoge varios estudios en los que se manifiesta que los videojuegos han demostrado mejorar las habilidades visuales y atencionales. Sin embargo, este efecto era positivo únicamente en aquellos juegos que se basaban en acción, incluían conductas prosociales y los personajes se ayudaban entre sí. También, añade que varios estudios han evidenciado efectos positivos en el desarrollo del lenguaje en niños de 3 a 5 años cuando estos visualizaban ciertos programas de TV de carácter lúdico y educativo. Por último, Domingues-Montanari (2017) concluye que las redes sociales pueden presentar un efecto positivo, particularmente en adolescentes, puesto que pueden permitirles descubrir nuevas amistades con entornos diferentes, ser creativos, intercambiar ideas e incrementar sus habilidades interpersonales.

 

En respuesta a la pregunta que se exponía al inicio del trabajo, parece que el efecto de la exposición a dispositivos electrónicos en edades tempranas no se comporta de manera rígida e invariable, sino que según diferentes características de la exposición que se realice se podrán potenciar sus beneficios o sus perjuicios (Domingues-Montanari, 2017; Vogel, 2019). Se ha constatado que el modelo que la familia ejerce respecto al uso de estos dispositivos, así como el tiempo que se permite dedicar y el contenido al que los jóvenes se exponen en ese tiempo, son variables que modulan significativamente la dirección hacia los beneficios o hacia los perjuicios de los mismos (Derevensky et al., 2019; Domingues-Montanari, 2017; Vogel, 2019). 

 

Así pues, las recomendaciones parecen ser claras. El hecho de que la familia realice de modelo de consumición saludable de dispositivos electrónicos (p.ej: comer sin ver la TV o sin mirar el teléfono móvil), la limitación del tiempo de su uso a 2-4 horas, la supervisión del contenido al que los jóvenes van a exponerse, y realizar esta exposición de manera compartida entre la familia y los jóvenes puede favorecer la obtención de los beneficios que se han descrito en los párrafos anteriores (Domingues-Montanari, 2017; Vogel, 2019). Evidentemente, existen todavía más matices respecto al empleo de dispositivos electrónicos en edades tempranas, así como beneficios y perjuicios que no han sido mencionados en este trabajo. No obstante, el objetivo del mismo es aportar una visión breve y general de cuál es el estado actual del impacto de la tecnología en la salud mental infantil.

 

 

Bibliografía

 

Choi, Y., Lee, D. Y., Lee, S., Park, E. J., Yoo, H. J., & Shin, Y. (2021). Association Between Screen Overuse and Behavioral and Emotional Problems in Elementary School Children. Journal of the Korean Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 32(4), 154-160. https://doi.org/10.5765/jkacap.210015

Derevensky, J. L., Hayman, V., & Gilbeau, L. (2019). Behavioral Addictions. Pediatric Clinics of North America, 66(6), 1163-1182. https://doi.org/10.1016/j.pcl.2019.08.008

Domingues-Montanari, S. (2017). Clinical and psychological effects of excessive screen time on children. Journal of Paediatrics and Child Health, 53(4), 333-338. https://doi.org/10.1111/jpc.13462

Hood, R., Zabatiero, J., Zubrick, S. R., Silva, D., & Straker, L. (2021). The association of mobile touch screen device use with parent-child attachment: a systematic review. Ergonomics, 64(12), 1606-1622. https://doi.org/10.1080/00140139.2021.1948617

Khan, A., Reyad, M. A. H., Edwards, E., & Horwood, S. (2023). Associations between adolescent sleep difficulties and active versus passive screen time across 38 countries. Journal of Affective Disorders, 320, 298-304. https://doi.org/10.1016/j.jad.2022.09.137

Kim, S. Y., Han, S., Park, E. J., Yoo, H. J., Park, D., Suh, S., & Shin, Y. M. (2020). The relationship between smartphone overuse and sleep in younger children: a prospective cohort study. Journal of Clinical Sleep Medicine, 16(7), 1133-1139. https://doi.org/10.5664/jcsm.8446

Li, X., Vanderloo, L. M., Keown-Stoneman, C. D. G., Cost, K. T., Charach, A., Maguire, J. L., Monga, S., Crosbie, J., Burton, C., Anagnostou, E., Georgiades, S., Nicolson, R., Kelley, E., Ayub, M., Korczak, D. J., & Birken, C. S. (2021). Screen Use and Mental Health Symptoms in Canadian Children and Youth During the COVID-19 Pandemic. JAMA Network Open, 4(12), 1-20. https://doi.org/10.1001/jamanetworkopen.2021.40875

Oswald, T. K., Rumbold, A. R., Kedzior, S. G. E., & Moore, V. M. (2020). Psychological impacts of “screen time” and “green time” for children and adolescents: A systematic scoping review. PLOS ONE, 15(9), 1-52. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0237725

Paulich, K. N., Ross, J. M., Lessem, J. M., & Hewitt, J. K. (2021). Screen time and early adolescent mental health, academic, and social outcomes in 9- and 10- year old children: Utilizing the Adolescent Brain Cognitive Development SM (ABCD) Study. PLOS ONE, 16(9), 1-23. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0256591

Vogel, L. (2019). Quality of kids’ screen time matters as much as quantity. Canadian Medical AssociationJournal, 191(25), 721. https://doi.org/10.1503/cmaj.109-5767