La psicoterapia existencial
Iago París Fernández
Una gran responsabilidad conlleva un gran poder
La importancia de tomar nuestra responsabilidad en terapia
“Siempre salvan a uno de los padres”. Esta fue de las primeras frases que escuché a mi tutora de prácticas. Hablaba de una de las personas en cuya terapia participé junto a ella. Esta persona nos describía problemas con su padre, pero la relación con su madre era maravillosa.
Lo mismo ha sucedido con la psicología, hace 200 años, cuando aún no existía la palabra “psicología”, quienes se interesaban por la mente y el comportamiento eran los médicos y los filósofos. Desde su nacimiento la psicología se ha esforzado por alejarse de la filosofía y acercarse a la medicina, y como en el propio proceso terapéutico, ni el rechazo a la una ni la devoción a la otra le han servido definitivamente. Lo mejor lo ha encontrado, finalmente, siendo ya independiente, en un reencuentro real con ambas donde en las dos encuentra aspectos que agradecer u aspectos que rechazar.
Estas líneas quiero dedicarlas a uno de esos aspectos que agradecer de la psicología a la filosofía: la psicoterapia existencial.
La psicoterapia existencial es una forma de ver la terapia, una perspectiva que considera que los problemas que vemos en consulta emanan de estas preocupaciones supremas:
- La muerte. Nuestra vida terminará en algún momento.
- El aislamiento. Por mucho que nos juntemos, nos comprendan y nos sintamos uno con otros, solo nosotros vivimos completamente el mundo desde nuestros zapatos: estamos solos en ello.
- El sinsentido. Nacemos sin un destino ya escrito, sin un camino marcado.
Y por último, las protagonistas de estos renglones:
La libertad
¡Un momento! ¿La libertad es una preocupación suprema? ¿Cómo, con la de guerras y levantamientos que ha habido para conseguirla? ¿No es acaso la libertad algo deseable y satisfactorio? Por sí sola puede parecerlo, pero ¿y si incluimos a su hermana inseparable, la responsabilidad? La persona que es completamente libre para elegir también es completamente responsable de lo que ha elegido y de las consecuencias de dichas decisiones. Es responsable de no haber conseguido un trabajo, responsable de los problemas de su matrimonio, responsable de no saber relacionarse, responsable en último término de qué tipo de persona es y de qué vida tiene. Solo puede rendir cuentas ante sí misma. ¿Sigue siendo la libertad algo deseable? Las muchas formas sutiles e inconscientes que hemos desarrollado para evitarla apuntan a lo contrario
La responsabilidad
“Construimos un mundo que nos parezca independiente de nuestra labor de constructores”. ¿Y cómo lo hacemos? Una manera es desplazando esa responsabilidad: “tenemos problemas en la cama porque es el él el que tiene dificultades de erección” o negándola a través de un papel de víctima inocente: “me veo obligado a dejar de quedar contigo por la cantidad de trabajo que tengo”. Esta evitación de la responsabilidad también se fragua en nuestro diálogo interno con expresiones como: “no soy capaz”, “tengo que”, “no lo sé”. Son varios los terapeutas de los que he oído: “cuando te oigo decir «no sé»’ lo que estoy escuchando es «no quiero hacer el esfuerzo de buscar la respuesta»”.
Quizá se reconozca en algo de esto, quizá reconozca a alguien que conoce. Que tendemos a evitar la responsabilidad es un hecho. Y no es de extrañar, hacernos cargo de que nuestra situación se debe a nosotros mismos es muy angustioso. Cuando, por ejemplo, me digo que “soy responsable de mi insomnio” eso implica que “fui responsable de él los 3 años que llevo sufriéndolo”. Igual que puedo cambiarlo ahora, pude haberlo cambiado antes.
Siendo la toma de responsabilidad difícil, también es necesaria para el cambio. La persona que no se hace responsable de su cambio no cambiará. Fin. Como terapeutas podemos facilitar esta toma de responsabilidad, pero no podemos tomarla por el paciente. Esto es un punto tan importante en la terapia, que cuando durante los años 1977 y 78 se realizó un gran taller titulado “Taking Charge of Your Own Life” (Haciéndote cargo de tu propia vida)concurrieron en él intervenciones de corrientes tan dispares como la humanista, la cognitiva, la meditación oriental y la modificación de conducta.
La toma de responsabilidad no es solo angustia, al elegirla elegimos también la libertad, elegimos si tener trabajo o no, elegimos si tener problemas en el matrimonio o no, elegimos si aprender a relacionarnos, y en última instancia, elegimos cómo ser y qué vida tener. De esta manera, una gran responsabilidad conlleva un gran poder. Y sus beneficios se han demostrado científicamente.
No se ha estudiado la “toma de responsabilidad” como tal, pero sí un concepto psicológico muy proporcional a ella: el locus de control. El locus de control (locus: lugar en latín) es dónde creemos que está lo que controla o causa lo que nos sucede. Puede ir del extremo de un completo locus de control externo, cuando atribuimos lo que nos sucede a causas externas (los políticos, el tiempo, mi familia…), a un completo locus de control interno cuando lo atribuimos a causas internas (lo que hemos dicho, lo que hemos hecho, lo que sentimos). Así, el locus de control mide cuánto toma la responsabilidad una persona. A más interno, más toma de responsabilidad.
Pues bien, la investigación ha demostrado que personas con locus de control interno respecto a personas con locus de control externo:
- Son menos vulnerables a la sugestión1.
- Son más propensos a los trastornos mentales diagnosticables2.
- Son más ansiosas y deprimidas3.
- Tienen menos vigor y resiliencia4.
Y esto es solo una selección.
La adversidad
Hacerse cargo, tomar la responsabilidad, es beneficioso. Fin. Pero quizá llevas varios párrafos pensando: ¿cómo voy a ser yo responsable de esto? ¿Es que uno es responsable de todo lo que le pasa? ¿También de un cáncer? ¿De que me despidan por un ERE? ¿De nacer con diabetes?
No quiero negar en ningún momento que haya impedimentos a la libertad, como puede ser, por ejemplo, no ser atractivo físicamente a la hora de buscar pareja o ser pobre a la hora de querer hacer fortuna. A esto Sartre lo denominaba “coeficiente de adversidad”. A veces es mayor y a veces es menor. Pero esta adversidad obstaculiza, no nos quita la libertad. Incluso en los peores casos, siempre seremos libres de elegir la actitud que tomamos ante esa adversidad. Una paciente con una grave deformidad física se atormentaba por no poder vivir una relación de pareja. Para ella, no tener pareja era no ser nada. Durante su trabajo en terapia, se dio cuenta de que no era responsable de su deformidad, pero sí de la actitud que tenía hacia ella y de las creencias que la llevaban a autodespreciarse por no tener pareja.
Un campo en el que esto se ha hecho muy patente es el de la medicina psicosomática. Por ejemplo, con las muchas enfermedades en las que se ha descubierto un alto componente psicológico, como el asma, la artritis, el dolor crónico ola rehabilitación de un infarto de miocardio.
De esta manera, en cualquiera que sea la situación, tomar nuestra responsabilidad nos dará poder para cambiarla. No es fácil, no es agradable y no es rápido. Pero es lo que en última instancia, nos hará ser más felices.
Quieres saber más:
- Lee los capítulos 5, 6 y 7 de Psicoterapia Existencial de Irvin D. Yalom.
Otras fuentes
- Yalom I. D. (2015) Psicoterapia existencial. Herder. (La anterior)
- Witkin, “Psychological Differentiation,” Rotter, “Some Implications,” y Phares, Locus of Control.
- Kilpatrick, W. Dubin, y D. Marcotte, “Personality, Stress of the Medical Education Process and Changes in Affective Mood State,” Psychology Reports (1974) 3:1215–23.
- Melgesy A. Weisz, “The Personal Future and Suicidal Ideation,” Journal of Nervous and Mental Disease (1971) 153:244–50; y H. Lefcourt, Locus of Control (Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum, 1976), p. 148.