Cuerpos no normativos, presión social
y Trastornos de la Conducta Alimentaria
Telmo de la Rubia González
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCAs) hacen referencia a los problemas de salud mental significativos que producen una alteración relevante en el comportamiento de la ingesta (Raich, 2011). Este término abarca un espectro bastante amplio de trastornos, donde confluye dicha anomalía en la conducta alimentaria, pero la manifestación es topográficamente distinta. Así, el espectro de TCAs puede agruparse en los siguientes cuadros: Anorexia Nerviosa (AN), Bulimia Nerviosa (BN) y Trastorno por Atracón (TA) (MedlinePlus, 2021). Existen otra serie de cuadros registrados bajo este espectro de trastornos, pero se remarcan únicamente los tres centrales puesto que el objetivo del trabajo es conocer brevemente en qué consisten los TCAs, cuáles son los cuadros típicos, cómo de frecuentes son estos problemas, y cuáles son las variables eminentemente sociales que los favorecen.
Los datos epidemiológicos actuales de los TCAs recogidos por recientes meta-análisis y revisiones sistemáticas indican que la prevalencia de estos problemas en las sociedades occidentales es de un 1,89%, destacando que en mujeres el porcentaje de TCAs se sitúa en un 2,58% (Qian et al., 2022). Además, parece que tras la situación de la pandemia por COVID-19, estos problemas se han disparado de manera pronunciada (Clemente-Suárez et al., 2021).
Pese a que el porcentaje aparentemente podría interpretarse como bajo, lo cierto es que no lo es, puesto que un 2% de la población general se traduce en un número muy elevado de personas. Además, otra cuestión a tomar en consideración en estos datos de prevalencia que Raich (2011) señala muy pertinentemente es que, existen numerosos comportamientos alimentarios directamente relacionados con los TCAs que se encuentran socialmente normalizados, y que pueden pasar desapercibidos pese a que suponen un riesgo significativo sobre la salud. Esta autora describe como la preocupación por la imagen corporal, la comida o el peso es algo bastante habitual en las sociedades desarrolladas y, no necesariamente suponen un TCA, pero sí que pueden comportar un riesgo elevado.
Las consecuencias a largo plazo de los TCAs varían atendiendo al mantenimiento en el tiempo del problema, así como a su grado de severidad. De este modo, pese a que inicialmente se hable de un problema de salud mental, los riesgos sobre la salud física son numerosos. Varios autores describen respuestas fisiopatológicas a la malnutrición derivada de los TCAs, exponiendo anomalías en el funcionamiento digestivo, endocrino, cardíaco e inmunitario (Martínez & Muñoz, 2014). En guías de referencia como MedlinePlus (2021), se describen ciertos síntomas sobre la salud física secundarios a la AN y la BN: anemia leve, baja densidad ósea, presión arterial baja, respiración y pulso lento, daño a la infraestructura y función del corazón, entre otros, en AN; inflamación y dolor crónico de garganta, caries, Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (ERGE), deshidratación severa y desequilibrio electrolítico, entre otros, en BN.
A nivel de salud mental, las personas que cursan un TCA presentan un gran sufrimiento, pues cargan con una serie de creencias personales y presiones sociales que fomentan un daño severo a la autoestima y a la valía personal. Además, se trata de un problema muy limitante, que dificulta significativamente el funcionamiento en todas las áreas de la persona (Raich, 2011). De hecho, se ha demostrado que las mujeres que han experimentado TCAs tienen mayor probabilidad de desarrollar posteriormente un trastorno depresivo (O’Brien et al., 2017).
Esto, pone de manifiesto que los TCAs, pese a manifestarse topográficamente de manera diferente y a encontrar un espectro de gravedad desde leve hasta muy grave, a largo plazo las consecuencias son cuanto menos relevantes, no solo a nivel físico, sino también a nivel psicológico.
Numerosos estudios y varios modelos afirman que los predictores nucleares del desarrollo de un TCA son: la insatisfacción corporal, la búsqueda del ideal de delgadez y la dieta (Canals & Arija, 2022; Raich, 2011). No obstante, la etiología de estos problemas resulta multifactorial, encontrándose implicadas un gran número de variables: genéticas, psicológicas, biológicas y sociales, fundamentalmente (Martínez & Muñoz, 2014; Raich, 2011).
El presente trabajo tiene como objetivo fomentar la prevención primaria de los TCAs, de manera que se hará hincapié sobre las variables sociales que detonan, o en cierta medida, instigan al desarrollo de estos problemas.
Existe amplio consenso en que la presión social hacia la delgadez, así como la interiorización del modelo estético delgado son factores de riesgo significativos para el desarrollo de un TCA. También, la estigmatización del sobrepeso y la radicalización de su severidad sobre la salud, guardan una estrecha relación con la puesta en marcha de dietas estrictas que, como se ha descrito, es uno de los predictores centrales de desarrollo de TCAs (Canals & Arija, 2022; Raich, 2011). La promoción desde medios de comunicación del ideal de delgadez, junto a la exposición a este tipo de cuerpos de manera frecuente en redes sociales, juegan adicionalmente un rol etiológico y mantenedor de estos problemas (Gonçalves et al., 2013).
Así, cuando desde la familia habitualmente se realizan comentarios sobre el físico de los hijos o de los propios padres, cuando se castiga verbalmente y a través de todos los medios a la persona con un IMC por encima de la media, cuando se asocia la delgadez a la salud, cuando se normaliza pasar hambre en un proceso de pérdida de peso/grasa, cuando se emiten juicios destructivos hacia la alimentación de otras personas, cuando socialmente se refuerzan a las personas por adelgazar o por su físico en vez de por otras cuestiones de su apariencia (p.ej: su conjunto, sus pendientes, sus ojos, su pelo, su olor, …), se está fomentando la sobrevaloración de la figura o el peso, la presión hacia la delgadez, subsecuentemente la insatisfacción corporal, aumentando el riesgo de puesta en marcha de dietas como estrategia de afrontamiento a esta presión e instigadores sociales, que, en conjunto, como se ha descrito con anterioridad, predicen significativamente el desarrollo de TCAs (Canals & Arija, 2022; Gonçalves et al., 2013; Raich, 2011).
Pese a todo lo anterior, la multifactorialidad de los TCAs hace que resulte complicado establecer relaciones causales y directas. Por ello, evidentemente, la modulación que realizan otra serie de variables de corte biológico, psicológico y genético son altamente importantes y también actúan sobre el origen y mantenimiento de estos problemas (Canals & Arija, 2022; Martínez & Muñoz, 2014; Raich, 2011). No obstante, es cierto que, el amplio consenso en el papel central de las variables sociofamiliares descritas instiga a la promoción de intervenciones psicosociales sobre las mismas a través del desarrollo de factores de protección que parten de estas premisas fundamentadas. Esto último es, de manera escueta, uno de los objetivos que trata de cumplir el presente artículo.
Bibliografía
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